Cuando una empresa decide abordar su transformación digital, la primera pregunta que debe plantearse es por dónde empezar dicho proceso y dónde concentrar la mayoría de la inversión para ese objetivo.
La decisión que se toma de forma habitual y, aparentemente, más razonable es incorporar tecnologías cada día más potentes y efectivas. Las compañías pioneras en este campo, sin embargo centran sus esfuerzos en el desarrollo de una visión y cultura organizativa más holística.
La idea es muy sencilla: en un modelo de trabajo autónomo y descentralizado, los equipos vinculados, conectados en red y maduros digitalmente hablando se organizan de forma más creativa e inteligente. Ellos inventan sus propios procesos y, sólo, sólo al final, buscan e implementan de forma natural, y en ocasiones de forma informal, las soluciones que resuelven sus necesidades diarias.
Cualquier empresa quiere disponer de herramientas capaces de absorber y resolver en el menor tiempo posible y con un coste menor, una mayor cantidad de tareas y de información. Lo que ha cambiado nuestra forma de vivir, de consumir e intercambiar bienes y servicios ha sido la masiva entrada en un tiempo muy reducido de toda una serie de tecnologías disyuntivas y convergentes.
La experiencia dice que ese camino único en pocas ocasiones culmina de la forma deseada: equipos frustrados debido a desarrollos interminables; funcionalidad complejas que sobrepasan las necesidades, conocimientos y capacidades de la organización; y lo que viene siendo mucho peor, recursos y estrategias indefinidamente comprometidas por haber elegido poderosas herramientas que los usuarios acabaron enterrando.
Un ejemplo claro y muy común, relacionado con este ansia por trascender hacia lo digital, lo vemos en la puesta en marcha de muchas intranets y asombrosas redes sociales internas cuyo índice de participación, pasados unos años, sigue en mínimos. O la utilización de soluciones CRM cuyo aprovechamiento real, a pesar de sus inmensas posibilidades, apenas supera al de una buena hoja de cálculo años después de su implementación.
Cada actor tiene sus retos y necesidades. Sin embargo, si sabemos que la empresa conectada no es más eficiente por reproducir decisiones propias de las corporaciones industriales del siglo pasado. Porque su primera y más rentable inversión es el desarrollo entre los miembros de su organización una visión más holística que funcional, por dotarse de estructura de mando y de gestión más flexibles y una cultura de trabajo basada en la autonomía y la vinculación.
Si las personas de la organización tienen la visión y los valores adecuados y pueden poner en juego su conocimiento colectivo, serán ellas quiene reinventen los procesos y, finalmente, elijan la tecnología que mejor resuelva las necesidades de sus equipos.
Cuando abordamos un nuevo proyecto, lo primer que hacemos es formar y empedrar a los colabores internos. No pensando en habilidades específicas . Trabajamos tratando de comprender los nuevos modelos de negocio, el comportamiento de los usuarios y una ética digital que combina transparencia, colaboración y participación.
Hoy, como usuarios, disponemos de mayor cantidad de medios en casa y mejores conocimientos para resolver problemas digitales, de forma rápida y escalable, que los que la organización tradicional nos oferta como empleados. De esta forma, somos capaces más que nunca de localizar lo que otra tarea y responsabilidad exclusiva de un departamento concreto.
un ejemplo del creciente uso de herramientas entre colaboradores de muchas compañías de soluciones de mensajería, es WhatsApp, para comunicarse incidencias de trabajo o incluso cambiar turnos. La cuestión no es en qué medida dichas prácticas incumplen los protocolos de la organización o relegan las plataformas internas a un segundo plano.
la cuestión a plantear es si aquellos están resolviendo de forma rápida y adecuada un problema para el que las estructuras e instrumentos preexistente no daban respuesta. o si bien, el papel de la compañía no debe ser renunciar al control absoluto y apoyar en su lugar un mayor conocimiento, comprensión y uso colaborativo de esas nuevas herramientas sociales.
Un claro ejemplo de estructura de equipos completamente horizontal y donde las decisiones de toman de forma colaborativa y ad hoc, es el de la holandesa Buurtzorg con más de 7.000 enfermeras. Siendo la más valorada entre empleados y clientes (personas mayores y dependientes).
La filosofía que inspira soluciones de videoconferencia como Hangout y otros programas de Google es la del usuario que con autonomía en la oficina, principios de trabajo cooperativos y una mínima madurez digital decide su propia herramienta de interacción.
Con ella, el usuario resuelve por un coste ridículo lo que las más poderosa tecnología en muchos casos por sí sola no soluciona.
Aquí es donde radica la transformación digital.