El ser humano, como ser social que es, siempre ha tenido la necesidad de verbalizar sus mensajes para poder transmitirlos. Muchos son los restos de elementos que podemos encontrar a través de la historia que nos demuestran la constante evolución de la palabra escrita. Hasta que en el siglo XV, con la invención de la imprenta de tipos móviles de Gutenberg, asistimos a una verdadera revolución cultural, en la cual la reproducción de los textos puede producirse mecánicamente, y por tanto llegar a un mayor número de personas. Precisamente esta nueva universalidad de las obras, hizo necesario evolucionar un elemento vital para su lectura, la tipografía.
Si bien la historia de la tipografía es demasiado extensa como para abordarla en unas pocas líneas. A día de hoy, la importancia de la palabra escrita sigue patente, y gracias al crecimiento de los sistemas informáticos, encontramos una amplísima gama de fuentes que hacen prácticamente imposible conocerlas todas. Pero si echamos la vista atrás, sí podemos hacer una amplia clasificación de fuentes según sus características, que nos desvelarán las connotaciones que nos aporta la tipografía empleada, para que cualquier palabra que escribamos, ya sea en un texto largo, o en un logotipo, transmita lo que realmente deseamos.
Tipografía con Serifa (serif)
Las fuentes con serifa tienen su origen en los primeros años de la escritura, en la época en la cual los textos se cincelaban sobre roca. El uso de herramientas tan bastas como el cincel y el martillo hacía realmente difícil que la terminación de las diferentes letras fueran rectas, por lo que se desarrolló una técnica que daba como resultado unos adornos finales característicos conocidos como serifas.
También hemos de tener en cuenta que no todas las serifas son iguales, al igual que la tipografía ha ido evolucionando, los remates que a esta familia acompañan también lo han hecho, por ello podemos encontrar diferentes tipos de remates.
Además de su valor puramente estético, una tipografía con serifas es muy apropiada para maquetar textos largos, ya que las terminaciones de las letras favorecen a que el ojo siga una línea y una palabras sin mucho esfuerzo. (Imagen Serifa 2)
A la hora de decidirnos por usar una fuente perteneciente a esta familia, hemos de tener en cuenta que sus valores son los asociados a los inicios de la palabra escrita, tienen un corte más tradicional, pueden resultar más serias y académicas. Se suelen emplear cuando pretendemos transmitir tranquilidad, autoridad, dignidad o firmeza, entre otros valores.
Tipografías de “palo seco”
Con un corte mucho más sencillo, sin adornos, las tipografías sin serifa tienen su origen a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Con la llegada de la revolución industrial era necesaria una evolución de la tipografía para fines mucho más comerciales, que fuera perfectamente legibles desde lejos en grandes carteles publicitarios, así como en etiquetas de producto o embalajes.
La principal característica es la limpieza en sus terminaciones, la ausencia de remates propia de una reproducción mucho más mecánica, alejada de las posibles irregularidades de un trabajo realizado a mano. Entre sus trazos no existe contraste, sus vértices son rectos y los trazos uniformes.
Evidentemente, y al igual que ocurre en el caso de las fuentes con serifa, existen subdivisiones dentro de esta familia, aunque los trazos puros sean el denominador común de todas las fuentes sans serif, podemos encontrar diferencia entre los trazos, desde caracteres puramente geométricos, hasta terminaciones más redondeadas, o con contraste de grosores en una misma letra. (Imagen sin Serifa 2)
El uso de esta clase de tipografía, asociada a tiempos mucho más recientes y de una evolución tecnológica evidente, tiene como objetivo presentar un texto con un aspecto más moderno, limpio, seguro.
Tipografías caligráficas
Que la evolución tecnológica nos aporte gran exactitud, no quiere decir que nos olvidemos de la belleza de la escritura a mano, y es que también existe un amplio grupo de tipografías que tratan de parecerse, o al menos aproximarse a una escritura menos automática. Haciendo un repaso por las diferentes herramientas de escritura, podemos hacer diferencia entre tipografías “Brush”, “Caligráficas”, “Formal”… Siempre acercándonos a valores más tradicionales y artesanos, clásicos. (Imagen caligráfica 1)
Tipografías de rotulación
Finalmente, y buscando un aspecto mucho menos formal, más cercano a la experimentación y el arte, encontramos las tipografías denominadas de “rotulación”. Esta clasificación cuenta con fuentes que más que centrarse en la legibilidad del texto, convierte a la propia letra en una obra gráfica.