En principio toda intervención gráfica sobre el espacio del cliente, ya sea un local, una oficina, exterior o interiormente debe tener tres fases bien distintas: concepción, diseño y ejecución. Cada parte ha de plantearse siempre de manera conjunta, no podemos comenzar a crear un concepto sin la perspectiva clara de cómo podría ejecutarse o sin una idea de cómo queremos que sea el ambiente que nos rodee finalmente.
El cliente puede venir con varias fórmulas; si el proyecto ya está empezado y nos toca adaptarnos a lo que otros ya han comenzado. O por el contrario comenzamos nosotros de cero y somos los que marcamos la pauta y la relación entre los distintos actores. Porque no nos engañemos no podemos hacer proyectos de esta índole en solitario, necesitamos rodearnos de los mejores profesionales que el proyecto necesite.
En muchos casos, actuamos de manera puntual sobre pequeños elementos como pueden ser la señalética de una estancia o hall de entrada. También puede ser que nos toque actuar sobre una fachada del local, el interior y señalización de cada estancia donde se establecerá el cliente o el escaparte, punto de llamada hacia el viandante y hacia el mundo exterior tan importante por la captación de la atención.
En la actualidad el Visual Merchandaising ocupa un lugar destacado en las marcas de consumo de ropa o productos de primera necesidad. En ellos se vuelca toda creatividad palpable de la marca, aunando valores corporativos con valores efímeros de los productos mostrados. Por lo tanto, cada acción que llevemos a término, debe ser distinta unas de otras porque sus objetivos son también diferentes.
Debemos entender que la imagen de nuestra marca, producto o servicio no termina en él mismo, sino en todo el universo que lo rodea y le hacer ser públicamente visible. Todo es relevante, importante y sobre todo memorable. Para el usuario entrar, estar y ver deben ser acciones naturales y poco invasivas ya que debe sentirse cómodo, confiado y permeable para que los mensajes que hemos diseñado le “entren” con sigilo, sin molestar, directos al subconsciente.
Podemos usar datos, sobre el flujo de paso y entrada al comercio, para así situar ciertas acciones con un motivo claro de participación activa por su parte. Nada se deja al azar, nada tiene más acierto que una acción bien planificada y objetivo que alcanzar. Ya sea por un escaparate, una fachada, un rótulo o una banderola.
Como diseñadores debemos ser capaces de visualizar todo ese desarrollo futuro, situarnos desde una perspectiva para saber qué podemos hacer y qué no. No es fácil, pero en cada detalle que sepamos plasmar está el reto diario y para lo cual el cliente nos ha contratado.
Como decía al principio, empezar de cero es la mejor de las circunstancias a la hora de plasmar todo el universo de la marca en un espacio físico. Si la propuesta comenzó con el desarrollo del Branding vamos a tener claro qué puntos son importantes y cuáles vamos a desechar. Estableciendo los valores de la marca, los tipos de perfiles del target y el tono o discurso de la comunicación.
En el proceso, visitaremos con el cliente el espacio y empezaremos a imaginar qué tipo de estilo y decoración es la más adecuada teniendo en cuenta esos valores de Branding pre-establecidos. Un consejo, involúcrate al máximo. El cliente, en numerosas ocasiones necesitará de nuestra ayuda para incluso confiar en que saldrá todo como está planificado. Hay que tener la mente muy abierta y confiar en nosotros mismos porque planificar está bien pero hay que concretar y plasmar esa realidad diseñada exclusivamente para él.
Hemos de marcar los límites de nuestra colaboración, saber a qué nos enfrentamos y saber ser el mejor consejero además de ser la voz cantante del proyecto. Puede que hayas de elegir el color del suelo, las lámparas que iluminarán los escaparates, la distribución de los paneles de producto, la orientación del mostrador y su flujo de salida o entrada. Todo es importante, todo tiene su efecto en la compra que es lo que siempre debemos tener claro. Estamos diseñando un espacio de venta de productos y por lo tanto nuestro principal objetivo a la hora de crear y diseñar el espacio es orientar al usuario hacia el producto que desea y hacia los productos que creemos que pueden necesitar.
En resumen, es un ejercicio de imaginación y visualización de lo que queremos plasmar y siempre saber comunicar e involucrar al cliente. Si no somos capaces de hacerle ver lo que nosotros sí vemos, tendremos el primer y más importante de los problemas. De ahí que debamos tomar ejemplos parecidos, mostrárselos y saber dotarlas de nuestro sello más personal y profesional. Podemos realizar bocetos divididos en espacios, posteriormente conjuntamente y paso a paso iremos construyendo el espacio.
La vida de un espacio comercial es infinita, tenemos que sorprender y evolucionar tal y como lo haga nuestro público. El diseño tiene que ser el vehículo para que una empresa o marca deje ser estática para convertirse en portavoz del movimiento que existe fuera. En el nuevo paradigma comercial que vivimos nada puede continuar siendo igual que ayer, todos esperamos que nos sorprendan sin dejar de ser nosotros mismos.